Con Letra Grande

NUNCA FUI PRIMERA DAMA

“El secuestrador ha muerto, la jaula queda abierta y no siento el impulso de salir sino el pánico a que alguien desconocido entre por esa puerta. Ahora, cómo vamos a vivir sin alguien que nos diga lo que tenemos que hacer. En mi país todos los caminos conducen a Fidel: lo que comes, lo que usas, los apagones, los alquileres, las escuelas, los viajes, los ascensos, los descensos, los ciclones, las epidemias, los carnavales, los congresos, las carreteras. Muy pocas cosas importantes se han movido sin él. Hoy, sentada frente al televisor escuchando ese parte, con un poco más de claridad que Lujo me digo: “Aquí no pasa nada más que la vida.” Las calles están tranquilas, las personas sentadas en el Malecón observan la ciudad donde nada parece haber cambiado. Algo está concluyendo, pero no logro descifrar qué», esto es tan solo una «probadita» literaria de NUNCA FUI PRIMERA DAMA (Editorial Random House), libro escrito por WENDY GUERRA.

LA TRAMA:

Al leer NUNCA FUI PRIMERA DAMA se ve el mundo de una cubana, y de tres, y de una generación, y de un país; es como recorrer una galería llena de piezas de arte que emergen del subsuelo y erupcionan en distintos momentos y lugares del recorrido.

WENDY GUERRA enlaza piezas sueltas en la vida de Cuba, y construye una historia brillante y delicada en una búsqueda incansable de la identidad, la memoria y la herencia que dejó la Revolución Cubana a una generación que se siente huérfana. Varias generaciones de cubanos sacrificaron buena parte de sus vidas y deseos personales para alcanzar objetivos nacionales, un ideal, altas metas… pero muchas de éstas permanecieron lejos, inalcanzables como siempre lo fueron.

A Nadia Guerra, locutora nocturna de una estación de radio y nacida mucho después de la generación revolucionaria, la utopía no le resulta convincente y suele estar en un conflicto con el régimen, incluso más allá de las razones políticas.

Desde los diez años, Nadia ha crecido sin su madre Albis Torres, quien se fue a otro país para servir al Estado, y no entiende por qué la abandonó. Tampoco entiende cómo los ideales de una revolución y la ideología socialista fueron sepultados por el capitalismo. Ni cómo Cuba se quedó sola con sus cubanos. Ni cómo la excepcional Celia Sánchez Mandulay pudo tener a punto de orgullo ser amante de Fidel Castro. Buscando respuestas, Nadia se las arregla para viajar al extranjero, donde quizás las encuentre…
Vital, ardorosa y al mismo tiempo nostálgica, esta novela sobre tres mujeres ha sido revisada y aumentada por su autora. Esta edición incluye un nuevo capítulo: “Sin Fidel”.

FRAGMENTOS:

Pertenezco a una zona de intimidad que me hace humana y no divina. Soy una artista y no una heroína contemporánea, odio esa desproporción, no quiero que esperen de mí lo que no soy. No debo más a los mártires que a mis padres, que a mi resistencia, que a mi propia historia personal anclada aquí en mi simple vida cubana. No puedo seguir intentando ser como el Che, heredar la pureza de Camilo, poseer la valentía de Maceo, el arrojo de Agramonte, el coraje de Mariana Grajales, el espíritu aún errante y creativo de Martí, el estoico silencio de Celia Sánchez; mi proeza es sencilla: sobrevivir en esta isla, evitar el suicidio, aguantar la culpa de mis deudas, la casualidad de estar viva y desentenderme definitivamente de esos tenaces nombres de guerra y de paz.

Basta ya de sentir culpa por lo que otros nos dieron; a quienes saludamos al pie del pedestal les asaltaron dudas, fueron presa del pánico. ¿O no? Esas personas dudaron, dieron pasos atrás, desobedecieron, fueron infieles o infelices, se equivocaron. Se divorciaron, se enamoraron. Hombres y mujeres haciendo el amor de pie, con las botas puestas.
Mis padres callaron cuando pedí una explicación; los héroes se convertían en mármol y los necesitábamos hombres. ¡Hablen, coño! La prueba de que existieron son sus viudas, sus hijos o los nietos que se mezclaron con nosotros en escuelas, en concentraciones o campamentos de verano donde sus rostros hablaron más que cualquier discurso sobre el desasosiego y el desprendimiento. Juntos cultivamos el arte de «la pérdida necesaria». Pero, ¿son necesarias las pérdidas?

Mi padre me peló siempre desde niña. Dejarme el pelo largo jamás, no tenía paciencia para hacer trenzas y mucho menos para curar los piojos que agarraba en la escuela. El sonido de las tijeras en mi oído, la respiración entrecortada por el cigarro y las palabras sueltas, todo eso se parece a mi vida. Papá es mi peluquero, mi consejero, mi enfermero, mi cocinero. Mi padre soy yo.
Unas horas antes de la inauguración del Festival de Cine Latinoamericano, un rato antes del homenaje que va a recibir, por fin ese velorio en vida, para intentar limpiar el dolor que le han causado. Hablamos entre tijeras y agua de colonia, talco, maquinitas de afeitar, esmaltes, maquillajes, guiones con tachaduras y ceniza sobre la mesa del comedor. Papá es famoso, respetado por la élite, adorado por sus alumnos y atacado desde los sesenta por todo lo que se atrevió a decir. Querido diario, eso lo sabes, no me dejarías mentir. ¿Y yo quién soy?: «Yo soy la hija de mi padre.»
Él es mi piedra en el zapato.

HAN DICHO:

“La maldición de los cubanos es el malentendido. Nos pasamos la vida dando explicaciones por habernos ido o por habernos quedado”. Ella se quedó –“un país es de la gente, no de sus dirigentes”- y de eso tratan también sus libros: “La mitad de mis afectos están fuera. No se puede contar la historia de Cuba sin contar el exilio”:
IRERI CEJA CÁRDENAS, Revista Culturales

«Mezclando voces y géneros con una fuerza expresiva fuera de lo común, Nunca fui Primera Dama es la historia de una hija que trata de entender a su madre: “Yo le hacía a mi mamá preguntas que si me hubiera respondido negarían toda su vida”. ¿Cuáles? “¿Valió la pena vivir esto? ¿Valió la pena renunciar a tanto? ¿Valió la pena, valió la pena?” Si viviera, dice Guerra, ya no le preguntaría nada: “Las respuestas las tiene que encontrar una por sí misma”: JAVIER RODRÍGUEZ, EL País

«Aunque no es una lectura común, la calidad de la prosa maravilla y el sentido del humor relaja, es un libro triste, en esencia y pasan cosas sorprendentes al final, lo que no está nada mal para el lector»: Esto de vivir

DE LA AUTORA:

WENDY GUERRA se graduó de Dirección de Cine, en la especialidad de guion, en el Instituto Superior de Arte de La Habana. Su novela Todos se van recibió el Premio Bruguera, el Premio de la Crítica de El País y el Premio Carbet des Lycéens. En Alfaguara ha publicado Posar desnuda en La Habana. En 2010, el gobierno francés le otorgó la Orden de Chevalier des Arts et des Lettres. Escribe para el diario El Mundo (España), mediante su blog Habaname.

CON LETRA GRANDE

TV&SHOW / Rondero’s medios

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