PARÍS.– La actriz francesa BRIGITTE BARDOT recordó a su amigo y colega JEAN -PAUL BELMONDO, fallecido ayer en París a los 88 años.

«Pienso en él, lo amaba», dijo Bardot, quien expresó su dolor en un comunicado difundido por su fundación. «Tengo un gran dolor, tal como su perra Chipie, que fue su última y fiel compañera. Pienso en él, lo amaba, lo extraño y no tengo más ganas de hablarlo, los grandes dolores son mudos», afirmó mediante el texto firmado por ella.
El actor francés Jean Paul Belmondo, una de las estrellas de la Nouvelle Vague francesa y recordado por su protagónico en Sin aliento, falleció a los 88 años.
El mayor divo francés de su generación, nacido en 1933 y el único que compartía con Alain Delon el trono que una vez había pertenecido a Jean Gabin y Gérard Philippe, podría decir de sí mismo que vivió una vida a la luz del éxito.
Ágil como un gato en la vida como en el set, tuvo al menos siete vidas diferentes para vivir y las experimentó todas con una sed insaciable hasta consumirlas hasta el fondo.
En 2001 tuvo un accidente cerebrovascular (ACV) y durante ocho años se escondió del mundo, rechazando toda aparición pública.
Luego, con una gran fuerza de voluntad se recompuso e inició una nueva etapa de su vida, coronada idealmente en 2011, con la entrega de la Palma de Oro a la Carrera en el Festival de Cannes.
Entre sus últimos regalos, tuvo en 2003 el nacimiento de una hija, Stella, junto a su segunda esposa, Natty Tardivel, y cinco años más tarde realizó su última película, Un hombre y su perro, de Francis Huster (2008), casi una metáfora de su vejez, a partir de la dolorosa relectura de la obra maestra neorrealista Umberto D.
Nacido en Neuilly sur Seine, a las afueras de París, tenía sangre italiana en sus venas ya que su padre era un escultor muy conocido, Paolo Raimondo.
Tras debutar en el teatro, Belmondo se hizo apreciar en Les tricheurs (1958), de Marc Allegret, pero también le inspiró confianza a un muy joven Claude Chabrol que lo dirigió en Á double tour (1959).
A partir de ahí comienza su recorrido paralelo con Alain Delon, quien deslumbraba al público gracias al éxito de Plein soleil (1960), dirigida por René Clement.
Pero Bebel (así se hacía llamar para enfatizar su estilo extravagante y burlón) era rápido para cambiar de registro y se entregó a Luc Godard, que lo quiso como protagonista de À bout de souffle (Sin aliento, 1960) y luego de Pierrot le fou (1965).
Trabajar con el maestro indiscutible de la Nouvelle Vague representaba para Belmondo un desafío: debía mantener unidos los cánones de actuación clásica y su distorsión. Y lo logró, contribuyendo solo al inesperado éxito comercial de las dos películas.
Comparado con Delon, dos años más joven, Bebel tenía la ventaja de una simpatía innata, una bonita nariz aplastada de boxeador fallido, una predisposición natural a la sorpresa, mientras que su «gemelo» juega la carta de la belleza oscura, un hombre devorado por dilemas internos.
Empezaron, o casi, con el mismo maestro, Yves Allegret, ambos coquetearon con la «nouvelle vague», tuvieron éxito con las mujeres y con los espectadores se dividen el campo.
Italia también los acogió ya que ambos fueron adoptados – muy jóvenes – por su cine.
Basta recordar a Belmondo en el papel de Michele en La ciociara, de Vittorio De Sica y luego de Amerigo en La viaccia, de Mauro Bolognini (1961).
Pero es en el mercado francés y en particular en el policial, donde lucha contra la gran batalla por la popularidad con Delon.
Belmondo actuó con Claude Sautet en Hot Asphalt (1960), A man named Rocca, de Jean Becker (1961); Un singe en hiver, de Henri Verneuil (1962), hasta El espía, del maestro Jean Pierre Melville, el mismo que llevará a Delon a picos absolutos como Frank Costello.
La sociedad con Melville duró tres películas y le dio a Belmondo todos los «cuartos de nobleza» que necesitaba para darle a la crítica.
Pero el joven matador buscaba el gran éxito popular. Por eso, en una suerte de tercera vida artística, se une a Philippe de Broca e interpretará That man from Rio (1964), una mezcla de comedia y film de aventura, parodia de los film «noir» en boga de entonces.

Bebel hablaba a velocidad supersónica, hacía peripecias espectaculares (nunca quiso, incluso hasta avanzada edad, tener un doble) y conquistó así a los franceses.
Hasta conquistó al desenfrenado Delon, que se resignó a la idea de ser pareja de su rival. Ocurrirá en 1970 con Borsalino, de Jacques Deray, un éxito mundial y el comienzo de una cuarta fase en la carrera de Belmondo, quien mientras tanto trabajó con todos los realizadores más populares y apreciados, desde Claude Lelouch hasta François Truffaut y formó un dúo simpático con Lino Ventura.
Belmondo se casó dos veces (con la bailarina Elodie, que le dio tres hijos, y con su última compañera, Natty) y mantuvo una relación prolongada con la actriz italiana Laura Antonelli.
En el set recogió el legado de Gerard Philippe, interpretando héroes acrobáticos y románticos; el de Jean Gabin, encarnando el espíritu francés más nacionalista y orgulloso y el de Yves Montand, dándose amplias licencias entre el cine y el teatro.
En 1974 volvió a sentir el llamado del cine y aceptó el papel del estafador Stavisky en el refinado film homónimo de Alain Resnais.
No renunció a los roles que había desempeñado en su carrera ni a los directores cómplices de todos los tiempos (Gerard Oury, Philippe Labro, Henri Verneuil, Jacques Deray, Georges Lautner), pero buscaba más.

En el teatro, repasó todos los grandes clásicos y aspiró a un final de carrera como un «padre noble», mientras ganaba el premio Cesar al Mejor Actor en 1989 por Itinéraire d’un enfant gâté, de Claude Lelouch.
CON INFORMACIÓN DE ANSA
TV&SHOW/ Rondero’s Medios
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