Música

El mito sigue vivo con el nuevo libro antológico de The Doors

ROMA.- «Se necesitaban aventureros en el vacío y marineros del mar psicodélico para acompañar un loco viaje hacia lo desconocido. Almas febriles y maníacas, no aspirantes a estrellas de rock», así lo relatan los Doors según THE DOORS en el libro Night divides the day: The Doors anthology, que sale el 13 de mayo (en inglés ed. Genesis Publications, costó 69 euros), para celebrar el sexagésimo aniversario del nacimiento de la banda.

Es interesante revivir la épica musical y psíquica del grupo a través de las palabras de sus integrantes y de los artistas que quedaron impresionados por ella (Van Morrison, Nile Rodgers, Slash, Nancy Sinatra, Patti Smith, Alice Cooper, el maestro Gustavo Dudamel).

Es una captura afortunada en archivos personales, que incluyen fotos nunca antes vistas, manuscritos, notas de producción, carteles, entrevistas actualizadas y un prefacio confiado a Krist Novoselic, el bajista de Nirvana que descubrió a los Doors a la edad de 15 años, mientras vivía en Yugoslavia (el escultor del busto de Morrison en el cementerio parisino de Père-Lachaise también era eslavo). «Una apoteosis», los define Novoselic, «un fenómeno que, como le sucedió a Nirvana, ha capturado el imaginario colectivo. En ambos casos tuvimos a dos cantantes intensos que nos dejaron a los 27 años».

En el libro no hay adoración, no hay deseo de inflar más el mito. De hecho, es casi todo lo contrario. La historia vista desde dentro, por cuatro chicos más obsesionados con la exploración que con el éxitoJim Morrison, el poeta incomprendido y guía del laberintoRay Manzarek, el estoico tecladista que manejaba la línea de bajo con la mano izquierda y el órgano con la derecha; Robby Krieger, el surfista y guitarrista flamenco; John Densmore, el baterista de jazz que fue alumno del Maharishi. Y el quinto elemento: Jimbo, es decir, la otra personalidad de Jim. Cuando bebía demasiado o tomaba LSD, no sabías lo que iba a pasar, pero ciertamente caía en la categoría de «problemas». Todos juntos seguían una sola regla: tomar un blues y ver a dónde te lleva.

Claro como el día que eran capaces de arrastrar a las almas jóvenes a nuevos territorios. «Era el nuevo bebop y nos abrió un mundo», escribe Nile Rodgers. Un mundo diferente incluso de la contracultura que se estaba montando en esos años, de hecho los Doors en 1967 no fueron convocados al Monterey Pop Festival: «No representábamos el flower power, la paz, el amor. Nosotros representábamos la sombra y nos temían». Ese descenso a los abismos de la mente, esa entrada arrogante en el oscuro bosque existencial, en su momento los convirtió casi en aguafiestas de la alegría colectiva, en cambio es lo que los colocó más allá de su tiempo.

Conciertos que no eran conciertos sino rituales chamánicos, cada vez más condicionados por el Living Theater, hasta la tristemente célebre actuación del 1 de marzo de 1969 en Miami, que le costó a Morrison varias condenas por indecencia. Hasta el día de hoy, sus compañeros de clase juran que Jim no mostró sus partes íntimas en absoluto. La gente vio lo que quería ver, y fue un juicio político, no un escándalo sexual. Desafortunadamente, la intención de detener a los Doors tuvo éxito. Durante al menos un año tuvieron problemas para tocar en vivo, y cuando lo hicieron, el 11 de diciembre de 1970 en Texas, la energía se había disuelto. Manzarek escribe que vio desaparecer el espíritu de Jim Morrison en ese preciso momento. Pero tanto él como los demás creían que solo estaba cambiando, de hecho, creciendo. Estaba cansado del escrutinio de los periódicos y de las expectativas del público. Al mudarse a París, Morrison quiso abandonar la imagen erótica del Rey Lagarto, y ese cuerpo de libido masiva, para dedicarse a escribir: «Quería convertirse en el próximo Hemingway. Esperábamos que no volviera, pero no porque estuviera muerto».

El propio Jim escribió: «Espero morir a los 120 años con un sentido de la ironía y una cama cómoda». No es exactamente una intención suicida ni una búsqueda anticipada del final. Sin embargo, el 3 de julio de 1971 su cuerpo fue encontrado en la bañera, sin vida, y con el misterio justo como para clavarlo definitivamente en el altar de la roca, aplastando cualquier proyecto literario. El último autostop hacia lo desconocido fue quizás el pasaje que Jim Morrison no habría querido aceptar. Por lo demás, a donde quiera que el oyente quiera ir, los Doors podrán llevárnoslo.

CON INFORMACIÓN DE ANSA

TV&SHOW/ Rondero’s medios

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