ROMA. – RENÉE ZELLWEGER celebra este día sus 50 años de vida, tan seductora como siempre, y manteniéndose tan joven para los estándares de hoy, pero muy diferente de la abrumadora «mocosa» que sedujo a la audiencia mundial como Bridget Jones.
Pasaron exactamente 18 años desde que, en 2001, encarnó el papel de la treintañera Bridget, según el modelo diseñado por Helen Fielding, que a su vez se había inspirado muy libremente en la trama de la miniserie Orgullo y prejuicio. Fue una ovación inmediata de todo tipo de audiencias, desde los fanáticos de las novelas hasta aquellos que nunca más volverían a escuchar el nombre de la heroína desconcertante sin asociarla con el apellido exótico.
La historia de Renée es de hecho la de una predestinada: nacida en la pequeña ciudad texana de Katy el 25 de abril de 1969, hija de un padre suizo y una madre noruega (de origen sami o de la minoría nórdica de etnia lafa) lo cuales se conocieron en un barco durante unas vacaciones en Estados Unidos y desde entonces no se separaron nunca más.
Ella cursó la escuela como una prometedora futura atleta y graduada se inscribió en un curso de actuación para obtener los créditos necesarios para su título. Obtiene un apoyo inesperado, pero ni siquiera se le pasa por la cabeza empacar su maleta con dirección a Hollywood. Piensa que es ciertamente la meca del cine pero también la antesala del fracaso y, por lo tanto, busca cualquier ocasión más cerca de su casa.
Increíblemente la encuentra en Huston, a dos pasos de su casa, con una pequeña participación en una nueva versión de un título de culto del cine de terror: No abras esa puerta IV, de 1994.
Se hizo cierta fama con pequeños papeles y comerciales publicitarios, pero es un amigo el que le pide hacer una prueba para Luna y 45 que será la película destinada a ponerla a la luz porque, sorpresivamente, obtiene el papel principal.
A este punto se aventura a ir a Hollywood y otra vez la suerte la besa en la frente visto que Cameron Crowe la elige para hacer de novia de Tom Cruise en Jerry McGuire, de 1996.
Determinada, simpática, versátil, ¿quién detendrá a las más rubia Renée? Al lado de Meryl Streep en La voz del amor se cimenta en una parte dramática, en 2000 gana el primero de sus seis Globos de Oro por el thriller cómico Betty Love, al año siguiente triunfa con El diario de Bridget Jones y en 2002 se propone como estrella del musical Chicago de Rob Marshall.
Nunca tomó lecciones de canto ni baile pero en pocos meses se convirtió en una perfecta showgirl y casi le roba escena a su amiga Catherine Zeta-Jones.
Entre las cartas ganadoras está también una simpatía que la liga sólidamente con colegas ilustres como Michelle Pfeiffer, Nicole Kidman, la misma Zeta-Jones. Y está también esta química del set en la base de sus éxitos, incluido el Oscar como Mejor actriz de reparto por Cold Montain, de 2003.
La tercera y última parte de la saga de Bridget Jones es de 2016 y desde entonces Renée prefirió saborear sus apariciones con actuaciones en trabajos independientes y de directores jóvenes como Same Kind of Different as Me, de Michael Carney o Here and Now, de Fabian Constant.
Dentro de poco estará nuevamente en la pantalla con una gran producción interpretando a Judy Garland en el biopic inspirado en la desafortunada historia de la gran actriz.
Un nuevo desafío para Renée, que en el entretiempo debió negar los rumores sobre supuestas operaciones de cirugía estética (rechazadas con desprecio, diciendo que le encanta ver cómo cambia su rostro con la edad) y hablar sobre su soledad sentimental. Además la blonda actriz será la protagonista de Dilema, una nueva serie de misterio de alto contenido sexual que se estrenará por Netflix el próximo 24 de mayo, según anunció la compañía.
Si bien es tan afortunada en el trabajo, pero parece tan insegura en sus relaciones amorosas: un matrimonio en 2005 con el cantante Kenny Chesney por el que pide y obtiene la anulación solo cuatro meses después. El primer novio que se le conoció fue Jim Carrey, sin embargo, duró un año, donde mantuvo mucha privacidad, la cual defendió con sus uñas y dientes.
Es difícil encontrar un equivalente de Renée Zellweger en el panteón de las divas; pero en verdad es fácil acercarla a Shirley McLaine con quien divide la flexibilidad expresiva, el placer de la comedia, el entusiasmo con el que afronta hazañas imposibles y el humor innato que también lleva en la vida diaria con una buena dosis de auto-ironía.
Durante años intentaron hacerla la «novia de Estados Unidos» de los años 90 pero, al igual que Bridget, también Renée siempre se escapó de los clichés demasiado fáciles y lo único que aceptó fue exudar ironía por todos sus poros.
CON INFORMACIÓN DE ANSA
TV&SHOW/ Rondero’s Medios
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