CHICAGO.- El deceso del cineasta William Friedkin, creador del clásico filme de terror EL EXOCRCISTA, quien habría cumplido 88 años este 29 de agosto a pocos días después el Festival de Cine de Venecia lo hubiera celebrado con la presentación fuera de concurso de su nueva película The Caine Mutiny: Court Martial.

Quizás por las mismas razones siempre se ha mantenido como un outsider inclasificable y la segunda parte de su carrera le debe mucho a su esposa, Sheril Lansing, casada con él en 1991, una productora muy poderosa de Universal.
Nacido en Chicago el 29 de agosto de 1935 en el seno de una familia de inmigrantes ucranianos, el joven William escaló el éxito como en las novelas más clásicas de la educación estadounidense: hay poco dinero en casa, el chico sustenta sus estudios siendo cantinero, limpiador de vasos y repartidor. Dejó la escuela secundaria por un contrato en la estación de televisión local, pero en poco tiempo fue productor de programas y luego director de teleplay en vivo dirigiendo más de 2000 horas en vivo. Es una escuela que lo transforma profundamente y le permitirá una profesionalidad poco común, aunque propia de su generación, la misma que Altman o Penn.
A menudo se ha escrito que después de El exorcista, Friedkin se alejó a menudo del cine para seguir su otra gran pasión al dirigir óperas como Wozzek de Berg para el Maggio Musicale Fiorentino, Tannhauser y Salomè. Pero siempre volvió al cine y no es casualidad que después de tantos guiones desechados con impaciencia quisiera volver a una idea clásica del cine de cámara como es El motín del Caín, que actualizó trasladando la acción de el mundo de la Segunda Guerra Mundial hasta el Golfo Pérsico y el Estrecho de Ormuz.
FRIEDKIN amaba Italia, adoraba el buen vino, tuvo una vida tormentosa y feliz marcada por cuatro matrimonios, el primero con Jeanne Moreau y el último con su adorada Sheryl Lansing. Entre otras cosas, dijo de sí mismo: «El día después de que gané el Oscar fue el único día que fui a ver a un psiquiatra. Me sentí profundamente infeliz y le dije que había ganado un Oscar y que pensé que no lo merecía».
Era ferviente creyente en la Cábala, el número 87 (sus años hoy) es el de los ángeles, el 88 (el que no alcanzará el 29 de agosto) es el del karma. Pero el karma de William Friedkin ya está escrito en la historia del cine: el destino de un innovador cuya grandeza recién ahora estamos midiendo.
La Bienal de Venecia recuerda con emoción al gran director William Friedkin, a quien se esperaba en la próxima Mostra de Venecia con su última obra, The Caine Mutiny Court-Martial, junto a la presentación de la restauración de un cine clásico, no sólo de terror, El exorcista (1973).
Friedkin recibió el León de Oro a la Trayectoria en 2013. «Con él -escriben el presidente Ciccutto y los responsables de la institución cultural- desaparece uno de los maestros del cine estadounidense moderno y contemporáneo». El León de Oro a la Trayectoria estuvo motivado por el hecho de que Friedkin había contribuido «de una manera significativa y revolucionaria a esa profunda renovación del cine estadounidense que fue el Nuevo Hollywood.
La ocasión será más triste y su asiento quedará vacío en ese Palazzo del Cinema que había elegido como su segunda casa, donde en 2013 había sido galardonado con el León de Oro a su trayectoria y donde había traído sus últimas y extraordinarias obras: Killer Joe (2011) y el impactante documental The Devil and Father Amorth (2017).
Friedkin fue el autor de El Exorcista (1973), la película más aterradora de la historia, la que trajo el Mal a nuestra vida cotidiana, al igual que Ellen Burstyn lidiando con la posesión que entró en el cuerpo de su amada hija, la entonces niña Linda Blair. Aquel fue su momento de máxima popularidad,

El Exorcista le trajo muchos problemas con la censura (el corte del director con 11 minutos de escenas eliminadas solo se vio en 2000) y la misma suerte corrió unos años después la notable Cruising, con Al Pacino, furiosamente atacado por todas las asociaciones homosexuales por considerarlo retroactivo y «fascista». Nada de esto caracterizó al hombre, una de las mentes liberales más claras de su generación, pero nunca dispuesto a comprometerse cuando se trataba de maldad y violencia.
“Si tengo que pensar en maestros -recordaba-, inmediatamente me viene a la cabeza de Orson Welles porque fue precisamente la visión de Citizen Kane la que me puso en el camino correcto: una película que me cambió la vida. Y luego Hitchcock con quien también trabajé en uno de los telefilmes que produjo y que yo dirigí al principio, en 1965.
«Pero también hay mucho de Europa en mis gustos, basta pensar en autores franceses como Truffaut y Malle y sigo considerando a Fellini el mayor visionario de la historia del cine. El éxito del Oscar me abrió las puertas del Hollywood y en 1973 me apasioné tanto con el proyecto de El Exorcista que todavía hoy me apetece limar algunos detalles y revisar el montaje».

El festival también le rendirá homenaje presentando en la sección Cannes Classics To Live and Die in LA de 1985 en una versión restaurada. “No me arrepiento de que incluso ahora muchos consideren a El exorcista una de las películas más terroríficas de todos los tiempos -concluye en tono de broma-. Significa que cuando sueñan por la noche vuelvo a su mente. Esto también significa permanecer en el memoria de las próximas generaciones”.
CON INFORMACIÓN DE ANSA
TV&SHOW/ Rondero’s Medios


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