HOLLYWOOD.– HARRISON FORD cumple 80 años, sin perder una de sus características: la sencillez. O como él lo puntualiza: «Un carpintero prestado por casualidad al arte más bello que existe».

Hay un episodio poco conocido en su carrera que ilustra bien la calidad humana del personaje: en octubre de 2008, HARRISON FORD fue invitado al Festival de Cine de Roma para presentar un premio a la trayectoria en memoria de su histórica agente, Patricia McQueeney.
La estrella de Indiana Jones aceptó y pidió únicamente una contribución a los gastos del combustible del avión con el que llegará a Europa al mando de su avión, mucho menos que un vuelo regular.
Al aterrizar en Roma, se mezcla con la multitud con una gorra de béisbol y desaparece por un día, pasando de un museo a otro. FORD ha sido capaz a lo largo de su vida de separar los éxitos extraordinarios de su carrera de su día a día.
Nacido en Chicago el 13 de julio de 1942, egresado de Maine Township High School en Illinois sin méritos particulares, estudiante de teatro sin diploma (tras ser expulsado del curso de filosofía tres días antes del examen de graduación), se casó a los 21 años con Mary Marquardt, quien le da dos hijos y le consigue un pequeño trabajo en Columbia Pictures, que le dará la oportunidad de los primeros papeles secundarios, pasando luego a la televisión con Universal.
Intolerante con la precaria situación, lo deja todo y se recicla como carpintero, trabajando también para grandes conciertos de bandas de rock (su segunda pasión). Sin embargo, tiene la suerte de ser notado por George Lucas que le ofrece un papel de American Graffiti (1973) y de la costumbre con el director y su mejor amigo de la época, Steven Spielberg, nace la propuesta para interpretar el papel de Han Solo en Star Wars (1977).
Spielberg lo considera perfecto para el papel al capturar el alma salvaje y rebelde de ese leñador prestado al cine y Lucas asiente: será el verdadero comienzo de una espléndida carrera que lo llevará por décadas a conquistar el cetro del actor estadounidense que Ha ganado, además de sus productores, casi 14.000 millones de dólares en unas cuarenta películas hasta la fecha.
Pero esto no quita que esté entre las estrellas mejor pagadas, ciertamente entre las más queridas. Su carrera tiene muchas caras pero está inevitablemente ligada a tres personajes icónicos: después de Han Solo con el ciclo de Star Wars en el que aparecerá cuatro veces, le toca el turno a Indiana Jones con sombrero y látigo que no lo hace. no salir ni en el Blade Runner de Ridley Scott (1982).
Más de una vez ha pasado para acompañar el éxito de personajes que aceptaba tras el rechazo de otros: para Indiana Jones los productores se centraron en Tom Selleck (luego comprometido con Magnum PI; para el Jack Ryan de Power Games porque Alec Baldwinj exigió una tarifa exorbitante.
El papel que quizás le resulte más querido sigue siendo, por extraño que parezca, el secundario del coronel Lucas de Apocalipsis ahora: el protagonista de la película (Martin Sheen) lleva de hecho el nombre y apellido de sus dos primeros hijos: Benjamin. y Willard. En 1979, divorciado de su primera mujer, se casó con Melissa Mathison, conocida en el plató de Coppola, que le dio otros dos hijos hasta el encuentro, en 2001, con Calista Flockhart, con quien seguirá vinculado hasta hoy, adoptando a su hija.
Premiado en el Paseo de la Fama de Hollywood con una estrella a su nombre, nunca ha ganado un premio importante: la única nominación al Oscar fue para Witness de Peter Weir y el Globo de Oro le otorgó el Premio a la Trayectoria (prematuramente) en 2002.
Entre los directores a los que sigue siendo más cercano (aparte de Spielberg y Lucas) están ciertamente Sydney Pollack, para quien protagonizó el remake de Sabrina y Destinos cruzados y Kathryn Bigelow, quien por K-19 le dio el contrato más rico ( $ 25 millones). Para contarlo de esta manera, su ascenso entre las estrellas parece un ascenso al éxito salpicado de colecciones estratosféricas. Pero el hombre Harrison Ford sigue siendo el alegre aficionado que deambulaba por los estudios en busca de un destino que aún no conocía.
No es casualidad que a principios de la década de 2000 atravesó una profunda crisis que lo llevó a aparecer en solo cinco películas en ocho años: «Me buscaba a mí mismo -dijo con una sonrisa- y simplemente no me encontraba en un mundo que había perdido su magia».

Y JJ Abrahams (El despertar de la fuerza, 2015) y del eterno Spielberg (el nuevo regreso al cuento de Indiana Jones) por haberle empujado a un nuevo punto de inflexión en una brillante carrera en la que ahora reconocemos las huellas del talento, de la ironía, del deseo de hacer soñar más allá de la pantalla.
CON INFORMACIÓN DE ANSA
TV&SHOW/ Rondero’s Medios
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