«…Y a todo aquello que pudimos ser y no fuimos porque así somos», así lo anticipa la joven escritora GISELA LEAL (El club de los abandonados, El maravilloso y trágico arte de morir de amor) en su más reciente libro ODA A LA SOLEDAD (Editorial Alfaguara, 629 páginas), una novela desbordante y adictiva.
En entrevista CON LETRA GRANDE, GISELA LEAL no considera que la edad sea para ella una desventaja en el mundo literario; ella es por cierto la escritora más joven del sello Alfaguara.
-Gisela, ¿la edad es para ti una ventaja o desventaja como escritora?
-Más bien tiene que ver con el potencial interno que uno tiene con una historia a desarrollar. Me gusta que no quede nada en mí a la hora de escribir, con eso evito tener que decirme «pude haber puesto esto o quitado aquello, o me faltó más trama». Escribir para mí es mi esencia, es algo vital.
-¿Qué se encontrarán los lectores en ODA A LA SOLEDAD?
-Muchos pensamientos y emociones en común, además poder identificarse con alguno de los personajes. Todos tenemos secretos y vivencias que a lo largo de la vida las vamos sacando o de plano forman parte de nuestro mundo interior.
LA TRAMA:
María Helena del Pozo de Rivera sabe muy bien lo que quiere y siempre lo ha conseguido. Suyos son el reino, el poder, la gloria: podría nadar en dinero, pues está casada con un ´poderosos empresario; es hermosa y refinada, ejemplo de buen gusto y alma de las fiestas. Además, para su absoluta dicha, tiene un primogénito en quien cifra grandes esperanzas: rebosante de cualidades, reales e imaginarias. Renato está destinado no sólo a dirigir el emporio empresarial creado por su padre, sino, con el tiempo, a convertirla en orgullosa abuela.
Pero nadie es perfecto: María Helena tiene otro hijo, un potencial suicida…¿Por qué Emiliano Rivera del Pozo quiere suicidarse? Porque perdió todo interés en el hipotético futuro. Porque es es un mundo inhóspito, propio a la soledad. Porque le son diferentes la opulencia, el poder, el brillo social. Porque, piensa, para sus padres, y en especial para su madre, nunca pudo ni podrá ser alguien más que el hijo invisible sobre cuyas cualidades sería une error tener expectativas.
CON LETRA GRANDE
Por Roberto Rondero / TV&SHOW
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