NUEVA YORK.- La película MEGALÓPOLIS de FRANCIS FORD COPPOLA va viento en popa, próxima a competir en el Festival de Cannes el 17 de mayo, definida como punzante, metafísica, experimental, eróticamente perturbadora, inclasificable.

Gestándose desde hace 40 años, Coppola incluye en esta producción sexo, drogas, violencia, travestismo dentro de un paralelo ideal entre las civilizaciones de la antigua Roma y la americana (que afrontan sus respectivas decadencias); es también la utopía de un mundo mejor tras un apocalipsis y, por último, la historia de una mujer, Julia Cicero (Nathalie Emmanuelle), dividida entre dos visiones del mundo, la de su padre y la de su amante, que no podrían ser más diferentes.
El padre Cicerón (Giancarlo Esposito), alcalde conservador de una Nueva York destruida por una catástrofe, tiene una visión clásica y conservadora de la sociedad, mientras que el amante, César (Adam Driver), es un joven arquitecto idealista que quiere restablecer la ciudad en signo de utopía.
De hecho, la película, inspirada en la antigua Roma incluso en su vestuario, recibió una tibia acogida por parte de los distribuidores de Los Ángeles al grito de: «No hay manera de situar esta película».
Y si los grandes distribuidores se mantienen fríos, los independientes ciertamente no tienen fuerzas para invertir 40 millones para su promoción sólo en el mercado estadounidense, a los que hay que añadir 100 millones a nivel mundial.
Pero Coppola, quien invirtió 120 millones de dólares de su propio dinero, no parece demasiado desanimado: «Para Apocalypse Now fue lo mismo -dijo el propio director en una entrevista-. Ya entonces había opiniones muy contradictorias por parte del público que, sin embargo, no dejó de ir a ver la película».
MEGALÓPOLIS es una especie de Apocalipse Now parte II, se inspira en la conspiración de Catilina de Cayo Crispo Salustio, como ha reiterado varias veces el director enamorado de la antigua Roma. «Megalópolis propone una pregunta fundamental -dijo Coppola a Deadline-: ¿la sociedad en la que vivimos es realmente la única alternativa posible para nosotros? En este sentido, la utopía que propone la película no es tan descabellada, sino sólo el fruto de personas que se preguntan sobre la sociedad en la que viven, cuestionándose si realmente es la única alternativa. Es decir, quién sabe si la perdedora Catilina fue en última instancia una sabia partidaria de una nueva perspectiva para Roma y César, en cambio, fue simplemente el obtuso guardián de las tradiciones».
Estados Unidos hoy -según Coppola- es la nueva Roma, con todas las guerras ganadas y su tecnología de punta: «Siempre se ha dicho que cuando Roma caiga, el mundo caerá. Lo mismo ocurre con Estados Unidos, si cae o si terminó en manos de algún estúpido dictador, ¿qué repercusiones puede haber en el mundo?».
Dicho pesimismo, el de COPPOLA, se manifiesta en vísperas de las elecciones presidenciales estadounidenses más problemáticas, captado fielmente por Variety, que subraya cómo la película está animada, según varias fuentes, por «un código moral ambiguo, por el sexo, las drogas, la violencia y en una situación incierta sobre el futuro de Estados Unidos».
En definitiva, como ocurre con todo buen imperio que se precie, habrá mucho sexo y ya se rumorea una escena orgiástica con Aubrey Plaza y una Shia LaBeouf vestida de diosa con doce tacones y también de erección (quizás química) de Jon Voigt, de ochenta y cinco años.

El reparto de esta película envuelta en el nihilismo, entre Metrópolis y Blade Runner y muy cercana filosóficamente a Oswald Spengler de La decadencia de Occidente, incluye también a Nathalie Emmanuel, Dustin Hoffman, James Remar, Laurence Fishburne y Chloe Fineman.
CON INFORMACIÓN DE ANSA
TV&SHOW/ Rondero’s medios


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