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Perdidos en el Espacio: cuando se pretende agradar a todos

El pasado viernes 13 de abril Netflix estrenó mundialmente la nueva versión de Lost in Space (Perdidos en el Espacio) con una serie original de la plataforma cuya primera temporada comprende 10 episodios. Le anteceden la comedia original de los sesenta, y el largometraje de 1998. Un gran show visual, interesante y con aciertos pero que no conmueve por un desarrollo inconsistente.

La versión de Netflix cuenta la historia de los Robinson en un futuro distópico en donde la tierra resulta inhabitable para la vida humana y hay que buscar otros planetas amigables para formar colonias de humanos. Es cuando la familia estadounidense, cuyos padres atraviesan por un divorcio, decide emprender el viaje en la nave Júpiter 2 que les llevará a un trayecto lleno de aventuras que les deparan las situaciones extremas del espacio, planetas y seres extraterrestres.

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Actores y producción, las estrellas de este espacio

Anotemos una buena elección del reparto central desde Tobey Stephens con evocación física a Michael Fassbender, una siempre solvente Molly Parker, la hijastra afroamericana Taylor Rusell, y los hijos Mina Sundwall y Maxwell Jenkins. Mención aparte al estupendo trabajo interpretativo de Parker Posey como June Harris que suplanta a la doctora Smith, botón de muestra de una villana moderna.

Si los personajes de Jenkins y Posey no logran mayor trascendencia en redes, se deberá más a una realización inconsistente que a la calidad de sus actuaciones, ya que son de lo más destacado de la serie. La relación del pequeño Will con el robot (un diseño tan temible como amigable muy acertado) prometía llegar a más.

Su aspecto en la serie Black Sails, no condicionó la elección de Stephens (hijo de la actriz Maggie Smith) como un agobiado patriarca Robinson, ya que por fortuna aquí hay directores de casting con imaginación y su caracterización como militar es convincente. Llama la atención también que el perfil de Don West, a cargo del actor argentino-estadounidense Ignacio Serricchio, sea más el depositario de la vis cómica de la historia que el del galán joven sin pasar por alto que resulta la cuota latina en el reparto, algo cada vez más común en una producción mainstream.

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Otro detalle es que el protagónico de Molly Parker, quien antes realizó un extraordinario papel de soporte en otra serie estrella de Netflix (House of Cards), revela que la plataforma en menos de una década, ya no sólo está en condiciones de imponer series, presupuestos y tendencias en la industria mundial y el gusto de las audiencias, sino también de formar estrellas. Hoy Parker lleva el primer crédito de esta superproducción.#audiencia

El desarrollo de la historia, la lluvia de meteoritos del viaje

Las inconsistencias de la serie salen a flote en el desarrollo de su historia. Los suscriptores de Netflix si bien cada vez más numerosos en el mundo, no son exactamente los mismos que acuden a ver un blockbuster a las salas de cine o en el consumo pirata. Tienen referentes sino más elevados, sí más amplios. Esto ya les ha cobrado sinsabores en títulos como Ingobernable: populares pero con un alto índice de opiniones negativas.

El delineamiento de sus personajes como de sus líneas argumentales revelan estar más soportados en cumplir con los manuales modernos de técnicas dramatúrgicas y en las cifras de audiencia de la plataforma que con el espíritu orgánico de los mismos. Es decir, falta naturalidad. Esto no lo saben la mayoría de las audiencias pero sí son capaces de advertirlo. Lo anterior propicia que sin la “magia” requerida para ello, el truco del mago quede revelado frente a los espectadores antes del gran final y eso decepciona.

La serie carece de contundencia y no conmueve porque su discurso es frágil y si algo exige la ciencia ficción es un punto de vista autoral. Ahí están desde 2001: una odisea en el espacio (1968), Blade Runner (1982), Inteligencia Artificial (2001), Gravedad (2013), Interestelar (2014); en teleseries, desde Star Trek (Viaje a las estrellas) a Battelstar Galactica. Algunos les aburre a otros fascina pero hay un punto de vista y directriz clara.

Y es que en una comedia infantil como el serial original, se pueden permitir laxitudes pero esta adaptación promete otra cosa. Su problema reside en que “el que mucho abarca poco aprieta” porque en esta versión de Perdidos en el Espacio entre que es familiar no profundiza cuando debe, y al navegar en el futurismo se toma tan en serio que sus chistes no cuajan, y cuando pretende evocar a E.T. (en la relación de Will con el robot), vienen la perversión psicológica de la doctora Smith, los conflictos de alcoba de los jefes Robinson, para luego mezclarse con el melodrama juvenil de las hijas, más el misterio tipo Lost.

screenshot20180306at11804pm-3334efc64fd8b63dce126f5f7245ac9d-1200x600.jpgSi la serie no se cae, es porque indudablemente ofrece un gran espectáculo visual gracias a su diseño de producción que en recursos rivaliza con la mayor oferta de verano de Hollywood (quizá esto sea el logro de Netflix con ella), porque sus premisas y temas argumentales son interesantes, variados y actuales (como el enfoque empoderado de las mujeres y lo multiétnico a diferencia de la original), así como por su calidad actoral.

Es por ello muy probable que aunque con calificaciones ambiguas, el público la siga y que le autoricen segunda temporada. Pero para que la serie logre una vida longeva y no le falte oxígeno en un entorno hostil de indiferencia, tendrá que reparar en esos guiones y la calidad de su desarrollo, de lo contrario no habrá planeta que la salve.

Por Daniel Lares Muñoz (@dan_lares)

TV&SHOW / RONDERO’S MEDIOS

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