ROMA.- Toda una diva, icono del cine y la belleza de Italia, la actriz GINA LOLLOGBRIGIDA cumplirá 90 años este martes 4 de julio, celebrada en todo el mundo más allá de su destacada carrera artística.

Dueña de un talento instintivo y lúcido, encarnó la vibrante estética mediterránea en una lucha con Sophia Loren, con la que formó una extraña pareja de divas, rivales e indivisibles.
La biografía de Luigia Lollobrigida, nativa de Subiaco, donde su padre, un acomodado fabricante de mueble,s perdió la fortuna familiar durante un bombardeo aliado casi al final de la Segunda Guerra Mundial, casi no tiene secretos. Sobre su fuerza de voluntad, la infancia rica y luego llena de privaciones tras la mudanza a la capital, aún ocupada por los nazis en 1944, y sobre las caricaturas que vendía para solventar sus estudios en la Academia de Bellas Artes, siempre se manifestó orgullosa.
Así como de las vueltas del destino que primero la llevaron al escenario del concurso de belleza Miss Roma en 1947 y luego a interpretar En el fondo del corazón (Nel fondo del cuore), prototipo de fotonovela exitosa en la revista Sogno.
Siempre en ese año predestinado fue invitada a las finales de Miss Itali» en Stresa, sobre una pasarela que representaba a la Italia que volvía a levantar cabeza y desplegaba figuras femeninas espléndidas y atractivas como un conjuro contra el fantasma todavía vivo de la muerte y la guerra.
En aquella edición del concurso confluyeron bellezas de la talla de la elegante Lucia Bosè, la popular Gianna Maria Canale, la tímida Silvana Mangano y Eleonora Rossi Drago, excluida sorpresivamente por ser casada y madre.
Gina no ganó, pero para el público fue la triunfadora y su rostro se volvió popular en las portadas exclusivas de las principales revistas de la época.

Sin embargo, para ella aún permanecían cerradas las puertas grandes de Cinecittà, pues debió contentarse con papeles menores y contratos como actriz de reparto.
Resulta fácil entender por qué no pensó dos veces en atravesar el océano Atlántico al recibir en 1950 una oferta del millonario estadounidense Howard Hughes. Se arrepentiría rápido con el contrato apenas firmado, al comprender que quedaba encerrada en una jaula de oro, pudiendo trabajar solamente en los filmes producidos por Hughes. Pronto retornó a Italia.
Aquel traspié cambiaría su fortuna en adelante: Luigi Zampa fue su gran descubridor con Campane a martello y Cuori senza frontiere, luego Mario Monicelli y Steno (Vita da cani), Pietro Germi (La città si difende) y finalmente Carlo Lizzani (Achtung! Banditi) la promoverían al nivel de una gran actriz.
Con determinación férrea se jugó en el terreno de las coproducciones, interpretando en Francia, Fanfan la tulipe, junto al astro Gérard Philipe, logrando cautivar a París.
De Alessandro Blasetti a René Clair, de Monicelli a Luigi Comencini todos se la disputaban, y justamente sería Comencini el que la proyectaría a la fama absoluta, en un coprotagónico junto a Vittorio De Sica con el éxito clamoroso de Pan, amor y fantasía (1953).
Con esta película para toda Italia se convierte en La bersagliera, en la que se considera una de sus mejores actuaciones dentro una variante de «neorrealismo rosa» y en su esplendor físico. El país simplemente enloqueció por ella.
De allí en más todos la llamarán cariñosamente La Lollo y comenzará un ciclo de grandes coproducciones: El tesoro del África para John Huston, Trapecio con Tony Curtis y El jorobado de Notre Dame para Jean Delannoy, entre otras.
También enlazará secuelas como Pan, amor y celos, tras la cual dejará ese rol a su «rival» Loren, y también roles intelectuales como en La provinciale de Mario Soldati, La romana di Luigi Zampa y Mare matto de Renato Castellani.
Fue buscada en Europa por realizadores estadounidenses tales como Carol Reed, Robert Z. Leonard, King Vidor y John Sturges. La década de los 50 fue escenario de su apogeo, pero en el decenio sucesivo supo explotar con enorme inteligencia su fama y el aura de sex symbol justamente obtenidas.
Justamente en los 60, aunque trabajó mucho, se redujeron los títulos dignos de recordarse, como La donna di paglia de Basil Dearden, Un bellissimo novembre de Mauro Bolognini y Buonasera Signora Campbel de Melvin Frank. Luego descubrió la televisión, desde el Pinocho de Comencini a la serie estadounidense Falcon Crest, hasta su última aparición de prestigio en la remake de La romana, en versión televisiva de Giuseppe Patroni Griffi.

Pero sería la fotografía su nueva fuente inspiradora en la madurez, recorrió medio mundo retratando a los grandes de su tiempo, para luego exponer en prestigiosas galerías, al tiempo que redescubrió su pasión juvenil por la escultura.
El cine dejó de atraerle y aceptó volver, sólo por amistad, en una película de Ezio Greggio, Box Office 3D (2011), que tuvo un alocado prestreno en el Festival de Venecia.
Pero el cine no pudo olvidarse de ella y su gran amigo Gian Luigi Rondi le dio un David di Donatello a la trayectoria en 1996 y otro trofeo especial en 2006, a 50 años de su primera estatuilla obtenida con La donna piu bella del mondo.
De su contagiosa simpatía y su monumental belleza se enamoraron muchos, pero tuvo un solo marido, el médico esloveno Milko Skofic. Casados en 1949 fueron padres de Andrea Milko, que en los últimos años chocó con ella en furiosos pleitos hereditarios, en los que también se involucró su nieto Dimitri.

Gina, que cumplirá 90 años y se siente como una «mujer de 30 años que festeja por tercera vez», se muestra ahora sola, pero llena de vida: la misma que supo regalar con su sonrisa irónica y provocadora a varias generaciones de adoradores.
CON INFORMACIÓN DE ANSA
TV&SHOW / Rondero’s medios


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