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Serie «El Chapo»: por fin una nueva forma de contar

Si la comparamos con las series prime de distribución mundial con las que pretende competir dentro de Netflix, a la serie de El Chapo se le notan las costuras pero si la confrontamos con las recientes pretensiones de serie (telenovelas) narco-series o bio-serie de cualquier cadena mexicana o hispana en Estados Unidos, se impone en calidad. Es decir, está por encima de las segundas pero no llega todavía contundentemente al nivel de las primeras, aunque el resultado final sin duda siembra un buen precedente.

La historia expone la vida del narcotraficante sinaloense Joaquín Guzmán Loera mejor conocido como “El Chapo”, desde su incursión formal a ese mundo en 1985 con el Cártel de Jalisco, hasta encumbrarse como uno de los capos más poderosos de todos los tiempos, no sólo en México sino en el mundo.

Contemplamos sin apologías ni prejuicios al ser humano detrás del personaje. La serie es interesante, trepidante en lo narrativo y no obstante sus licencias literarias (es una ficción), abrumadora como espejo de la realidad respecto a los contextos que generaron a alguien como él, estremecedores paralelismos con los de Pablo Escobar. En esta serie sí podemos hablar de una experiencia (y resultado) más cercana al acabado anglosajón en la escritura, interpretación actoral y su dirección artística.

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La libertad creativa… apunta de balazos

La producción de Story House Entertainment para Netflix-Univisión Estudios le ha pasado lo que al arranque de Narcos (hoy una franquicia consolidada de la plataforma), floja y dubitativa en un principio pero que al contar con elementos sólidos se supera al castigo durante su desarrollo. La serie goza de libertad creativa, se siente y se nota, a diferencia de las pretensiones comerciales de un título con tintes políticos como La Candidata (telenovela pasada por serie) en la televisión abierta de México.

Se dice lo que se tiene que decir sin titubeos desde la tesis de si Carlos Salinas de Gortari quebró aquella línea divisoria entre el gobierno y el crimen organizado en su beneficio, los errores de los presidentes subsecuentes, hasta la participación insultante de las instituciones mexicanas en el asalto del narco a las más altas esferas del poder político. Se esté de acuerdo o no con el punto de vista dramatúrgico de Silvana Aguirre, Carlos Contreras y Carlos Esteban Orozco, ello y deducir en quienes están inspirados algunos personajes como “Don Sol” (Humberto Busto), hacen adictivo al discurso de la serie.

Precisamente uno de sus grandes aciertos es el estupendo trabajo de casting de Alejandro Reza y María Juliana Casadiego. A diferencia de otras producciones de factura nacional para la misma plataforma como Ingobernable, en El Chapo apuestan por actores con notable capacidad histriónica en perfil y situación narrativa, y no pocos de ellos nos sorprenden verdaderamente. Contados, por cierto, tienen el estatus de estrellas

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Desde Marco de la O, su protagonista, con gran parecido físico y con un talento a la altura, a participaciones especiales como la extraordinaria Ángeles Cruz (en un demoledor capítulo 8 de la temporada 2) e incluso de Homero Ferruzca, un actor a quien la televisión abierta le ha negado trascender más allá de un personaje banal como “Homerito”, aquí se le permite desarrollar un trabajo encomiable como el presidente Felipe (Calderón) Alarcón. Y podríamos seguir con ejemplos como Harold Torres o Paul Choza, con demostrada capacidad pero condenados a papeles cliché y sin relevancia en la telenovela tradicional.

 El diablo está en… ¿los créditos?

Si lo que se dice en la serie puede levantar olas, el contexto de producción dice mucho más en lo que no dice. Como hemos apuntado, la serie es co-financiada por Netflix y Univisión. Ésta última aliada tradicional de Televisa (con quien se encuentra en fusión de facto), la que en la actualidad enfrenta retos como el que refiere a restaurar su credibilidad editorial y la libertad creativa de sus dramáticos.

¿Es la plataforma o el espíritu de los nuevos nombres que la han empezado a liderar lo que produce un resultado como éste? Uno de esos créditos es el de Isaac Lee, Chief Content Officer de Univisión y Televisa, quien aparece como productor ejecutivo de la serie en cuestión que en Estados Unidos se emitió además por televisión abierta. Ojalá que la admirable energía y voluntad creativa que podemos palpar en El Chapo, se extienda pronto (y con la misma fuerza) en las producciones de San Ángel.

Más allá de trascender de una trivial narco-novela y de ser una buena opción de entretenimiento, si el lector mexicano tiene algo de conciencia histórica, de nosotros se acordará si supera el capítulo 4 de la primera temporada, la segunda es mejor. Y póngase al día que El Chapo ya viene con la tercera entrega.

Por Daniel Lares Muñoz (@dan_lares)

TV&SHOW / RONDERO’S MEDIOS

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