EL DETECTIVE, LA SAL Y EL CORDERO

El detective, la sal y el cordero (Ediciones B, 291 páginas) es una novela impactante del escritor cubano Jorge Luis Sánchez, de 55 años, narrada en primera persona, con la que obtuvo el Premio Nacional de la Unión Nacional  de Cuba.

Un detective alcohólico y en plena decadencia, a unos meses de jubilarse, entra de nuevo en acción cuando una serie de asesinatos de mujeres se desatan en la ciudad. La cacería del asesino serial lo hace adentrarse de nuevo en el lado oscuro no sólo de la justicia, sino también de sí mismo. De esta manera, el detective se verá atrapado en un laberinto con sus propias obsesiones y culpas.

La pregunta clave de la trama es si el detective será capaz de atrapar al asesino serial de mujeres, al mismo tiempo que detener a sus demonios interiores.

…”Me incorporo en la cama y en derredor todo cambia en la medida en que recupero los sentidos. “Se te hará tarde”. Alcanzo a oír de nuevo antes que la voz se apague. Se convierte en un eco lastimero y distante que se desvanece. Estoy en la misma habitación, pero la luminosidad del ambiente se ha perdido. Desaparece como la luz de esos días primaverales de la infancia, llenos de fulgores mágicos que no se volverá a ver por muchas primaveras que acumulemos. Afuera llueva. La poca claridad que penetra a través de las persianas contribuye a acentuar esta atmósfera húmeda y opaca que lo envuelve todo. Ana no está. Los niños tampoco. Vuelvo a estar en el mismo lugar en el que me acosté anoche cuando mi cuerpo, vencido de alcohol, se derrumbó sobre la cama. Ellos no regresarán. Nunca más volveré a sentirlos en la casa ruidosa y alegre de aquellas mañana en que aún éramos una familia. Todo está en silencio y sólo escucho el sonido que llega desde la calle, atenuado por el repiquetear monótono de la lluvia en las ventanas. Me levanto resignado y voy al lavabo a realizar el ritual previo a ir a patear el día.

“El cadáver de la joven se encontraba en una zanja al costado de la carretera. Aún estaba allí una hora después de haber sido reportado por el chofer de una furgoneta de reparto. Bajo una lluvia intensa, los destellos de las luces estroboscópicas de los autos de policía se repetían centelleantes en cada gota al igual que en los rostros empapados de los policías.

“La muerte nunca es un espectáculo agradable, pero provoca siempre una fascinación macabra. Conductores y pasajeros pretendían observar el cadáver tendido en la cuneta, desafiando las indicaciones de un grupo de policías irritados; todos exhibían un humor peor que el de costumbre, podría afirmarse que sombrío”…

Por Roberto Rondero/ Rondero’s Medios