Un crimen brutal, marcado con la huella de la bestia, en ese lugar de niebla, así nació “La Maldición del Nahual” (Ediciones B, 475 páginas), del escritor y realizador cinematográfico Ramón Obón (trilogía “El príncipe maldito”, “Ángel de las tinieblas”).
Existe una maldición en la Sierra Norte que habla de un ser mítico que amenaza a todo aquel que se atreve a mancillar deshonrar la cultura indígena y sus tradiciones, pero para el potentado empresario Arsenio Martínez de la Barrera, la tradición y las leyendas no significan nada: él sólo piensa acumular poder social y económico mediante el fraude, la mentira y el sacrilegio.
EL MUNICIPIO DE ÁNIMAS
“Si mal no recuerdo –apunta el autor-, era un domingo. Por la tarde, mi esposa Tere y yo veníamos por la carretera de Cuernavaca hacia el Distrito Federal. No había buen tiempo. Saliendo de la curva conocida como La Pera, enfilamos hacia Tres Marías, y ahí, transitando por aquel paraje arbolado, me llegaron unas palabras al ver las nubes bajas que invadían la montaña, entreverándose con los árboles: ‘Un lugar donde la neblina flota durante el día y en la noche se convierte en niebla cerrada”. Este fue el arranque de La Maldición del Nahual.
Llegando a casa empecé a escribir el prólogo. Construir esta novela ha sido un largo, extenuante (pero no menos apasionante) camino. El municipio de Ánimas no existe. Pero sí la Sierra Norte en el Estado de Pueblo. Esta historia, por el misterio que envuelve, la mística extraída de la leyenda popular del nahual, en la cronología de RR (afamado investigador), transcurre antes de que tenga que enfrentarse con el Príncipe Maldito”.
…”¿Era el odio milenario o un oscuro y obsesivo deseo de venganza lo que le impulsaba a matar? ¿Era aquel estigma alimentado por siglos que cargaba en sus espaldas lo que lo hacía ser un ser de las sombras, condenado por aquella maldición? ¿Cómo había comenzado aquello? ¿Lo recordaba? ¿En qué momento de su vida comenzó a vivir dos vidas, una aparentemente normal y la otra oscura, miserable y manchada de sangre? No recordaba. Todo eran nebulosas en su mente atormentada. Pero lo que sí tenía claro, aunque inexplicable que debía de encontrarlo y destruirlo: A él y a toda su descendencia.
…”Decían los ancianos que la última vez fue allá por entre los treinta y los cuarenta del siglo pasado. Un crimen brutal que mancó de sangre los muros de la hacienda de la Balsa; ahí, donde quedó marcada para siempre la huella de la bestia.
En aquel entonces la maldición volvió a repetirse. Se les había advertido que aquel lugar estaba maldito, que era mejor olvidarlo: ¿Para qué remover esas ruinas? ¿Para qué despertar a las ánimas y los demonios que las acompañaban? ¿Para qué desafiar a los antiguos dioses?
Pero no entendieron. Llegaron con aquel ejército de obreros encabezados por el señor Arquitecto y la mujer guapa y su marido, dueños de la vieja hacienda que ya se pensaba en el olvido. Y aquel pueblo dormido empezó a despertar de nuevo, y de nuevo en lo profundo de la montaña se escuchó en las noches el lastimero rugido del jaguar. No uno común y corriente como se le conocía; no de esos que había mucho tiempo desaparecieran de aquellas sierras huyendo de la civilización o simplemente siendo aniquilado por el avance del progreso. No. Este era diferente: Era el que se transformaba. El maldito. El marcado con el signo. El que dejaba de ser humano para convertirse en animal.
¡El nahual!
Por Roberto Rondero / Rondero’s Medios


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