En los estertores de la telenovela clásica, por qué no otro refrito venezolano que llega a la telera abierta de Las Estrellas, se trata de EL VUELO DE LA VICTORIA (lunes a viernes, 17:30 horas), producida por Nathalie Lartilleux y adaptada por María Antonieta Calú Gutiérrez, en una historia original de la dupla Carlos Romeo-Alberto Gómez.
EL VUELO DE LA VICTORIA nos resuelve desde el inicio lo que sucederá en el resto de 70 capítulos. La madre desesperada que abandona a su bebé a las puertas de una casa, a quien una empleada negra de los Santibáñez y Calzada –casi esclava, la nana Chencha (Verónika con K)- encabezada por la villana de caricatura Gloria de Santibáñez (Susana Dosamantes, quien le endilga cualquier cantidad de ofensas: “Negra asquerosa”, “desgraciada negra, tragas de mi mano”), adopta (sin documentos, ni ley que la ampare, ni que su ama lo impida) a quien le pondrá de nombre Victoria.
Odiada por la patrona de la casa, a quien no baja de “bastarda”, vemos el crecimiento de Victoria, una niña y joven apasionada por correr y ser una gran atleta, motivada por su padrino el padre Esteban (Rafael Amador) y por su gran amigo, el visor de atletas Clemente (René Strickler).
Con eso de que ahora las novelas deben ser cortas y precisas, EL VUELO DE LA VICTORIA se salta con increíble desdén la continuidad y las precisiones que los telévoros requerimos para entender la justificación de las secuencias.
Como si el pueblo sin identificar y la Hacienda de los Seis Potros fueran tierra de nadie, la niña Victoria es arrebatada de su nana porque la mala-mala del absurdo cuento venezolano adaptado por Televisa, se le dio la gana, por una escena tan mal realizada en la que una amiga de la protagonista que corre junto a ella, es atropellada por un automóvil, cuyo conductor se da a la fuga.
La amiguita de Victoria, Luz Clarita, cae en coma, y la niña es acusada de ser la culpable, sin que nadie la defienda. Salto al Reformatorio (¿), salto a la penitenciaría (¿) y castigada y vejada como si fuera Chucho el Roto.
Salto en la edición a Victoria mayor de edad (Paulina Goto, actricita que cree que con hablar cantadito ya es «costeña»), ahora “defendida” por el flamante abogado Andrés Santibáñez y Calzada (Mane de la Parra), quien desde niño estuvo enamorado de ella desafiando a su propia progenitora (en una de las más desafortunadas actuaciones de Susana Dosamantes).
Al recuperar su libertad, sin huella alguna del daño psicológico y moral, Victoria deberá decidir entre seguir el sueño de convertirse en una velocista profesional o quedarse al lado de Andrés, su apoyo cuando más lo necesitó.
Y ya encarrerada la producción, a toda velocidad Paulina Goto le hace al “Forrest Gump” para salir hecha la moche y cumplir su sueño de ser una atleta profesional.
Es tan absurda esta producción de Lartilleux que el físico de Paulina Goto nada tiene que ver con una velocista que haría palidecer a cualquier atleta de medio pelo del CDOM (Comité Deportivo Olímpico Mexicano).
Hecha al vapor, EL VUELO DE LA VICTORIA incluyó de última hora al actor Andrés Palacios –quien será el tercero en discordia por el amor de la protagonista-, además de las actuaciones de Mane de la Parra, Jorge Poza, Elizabeth Álvarez, Jorge Aravena, Natalia Guerrero, entre otros.
Contrario a lo que dice la mamá biológica de Victoria cuando la abandonó a su suerte (“Me duele lo que hice, pero no me arrepiento”), los telévoros sí protestamos por esta Victoria que dice “correr hasta alcanzar sus sueños”, pero que no llega al corte comercial.
Ver para creer. Telévoros: ¡Uníos!
Por Roberto Rondero / TV&SHOW
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