Cocinar con niños tiene sus bemoles, pero vale la pena arriesgarse. De los mejores programas de “Master Chef Junior”, ocurrió el Dominguito Sagrado anterior con grandes lecciones no sólo para los niños sino también para los adultos (jueces y conductora incluidas –Anette Michel-, cuando la pequeña Camila de nueve años fue eliminada.
La telera nuestra de cada día, cuando se produce con audacia e inteligencia, logra productos como Master Chef Junior que, si algo tiene de gran valor, es generar en los niños de hoy la autoconfianza, la responsabilidad y eliminar los pretextos que, de adultos, prodigan seres envidiosos, pusilánimes y enconchados en su zona de confort.
Cocinar con niños no es tarea fácil y en la telera es riesgo constante. La delgada línea del maltrato y “pasarse de tueste” de los jueces en los retos de campo están a un tris de un recuento de daños, no obstante la lección que los finalistas vivieron, divididos en dos equipos, en una cocina de verdad para comensales en un restaurante, fue de intensidad total. Regaños, presión, fallas, errores personales y de equipo generaron en los niños lo que somos como adultos: no sabemos trabajar en equipo, le echamos la culpa al de al lado, todos son peros y pretextos, «yo no fui, fue Teté»…
¿Queremos mejorar como país? Los niños de Master Chef Junior están aprendiendo a no ser iguales que sus congéneres adultos. Si al final hubo una eliminada, los jueces derramando lágrimas también comprendieron que deben bajarle dos rayitas a su inmaculado rigor. ¿Resultado? Todos aprendemos algo en la telera nuestra de cada día.
Ver para creer. Telévoros: ¡Uníos!
Por Roberto Rondero/ Rondero’s Medios
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