En este libro –“Padres manipuladores”, Ediciones B, 310 páginas), de la terapeuta conductista Isabelle Nazare-Aga se explican, mediante numerosos ejemplos, cómo reconocer a las madres y los padres manipuladores, entre los rasgos característicos, los que tienen a desvalorizar a sus hijos, desinteresarse de sus éxitos o dejar de ofrecerles apoyo cuando atraviesan un período difícil.
Conductas, propósitos e intenciones, propios de una patología, se descubren en “Padres manipuladores”, cuya autora de Los manipuladores” describe cómo combatir los efectos de la manipulación en el seno familiar.
30 CARACTERÍSTICAS DEL MANIPULADOR
“Los manipuladores –asegura Nazare-Aga-, hombres o manipuladores, se caracterizan por no mostrar su verdadero rostros cuando están en sociedad. Por el contrario, sus parejas y sus hijos padecen todos los días, y durante muchos años, un traumatismo sordo que en la mayoría de los casos produce síntomas físicos, psicológicos y de comportamiento de entrada incomprensibles. Las víctimas, además, tienden a hacerse muchas preguntas sobre sí mismas, cuando el problema reside justamente en el otro”.
“En este libro, los hijos de esos padres o madres identificarán un gran números de comportamientos, expresiones e intenciones que han percibido sin saber que eran propios de una patología de personalidad. Por otra parte, los lectores que no tengan vivencias de este tipo descubrirán con asombro esta realidad perniciosa en todas sus facetas”.
Para descubrir un manipulador –añade la autora-, ya sea un progenitor, un amante o un allegado, tendremos que identificar por lo menos 14 características de las 30 recogidas en la lista que publique en mi primer libro de 1997. Son actitudes típicas de todo manipulador, hombre o mujer de cualquier edad. A la mayoría de estos individuos se les puede reconocer en más de 20 características de las 30 propuestas.
Aquí algunas de ellas: Culpa a los demás en nombre del vínculo familiar, de la amistad, del amor, de las responsabilidad profesional, etcétera, descarga su responsabilidad en los demás no asume su propia responsabilidad, no plantea claramente lo que quiere, lo que necesita, sus sentimientos y opiniones, a menudo contesta con rodeos, cambia de opinión, de comportamiento o de sentimientos según las personas o las situaciones, se inventa motivos lógicos para justiciar sus peticiones, hace creer a los demás que deben ser perfectos, que nunca deben cambiar de opinión, que deben saberlo todo y responder inmediatamente a las peticiones y a las preguntas, pone en duda las cualidad, la competencia o la personalidad de los demás; critica sin que lo parezca, menosprecia y juzga.
Otras: Manda mensajes a través de otros o por medios indirectos (llama por teléfono en vez de decir las cosas a la cara, deja notas escritas): “Dile a tu hermano que venga a cenar y que no se moleste en traer a su nuevo ligue”; siembra cizaña y crea sospechas, divide para salirse con la suya y puede provocar la ruptura de una pareja, sabe hacerse la víctima para dar lástima (enfermedad exagerada, compañeros difíciles, sobrecarga de trabajo, etcétera).
También se encuentra no hacer caso de lo que le piden (aunque dice que se hará cargo); recurre a los principios morales de los demás en provecho propio (nociones de humanidad, caridad, racismo, buena o mala madre); recurre a las amenazas veladas o al chantaje abierto, se sale por la tangente en una conversación, evita la conversación o la reunión, o se retira, entre otras.
Por Roberto Rondero / Rondero’s Medios
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